Monográfico Libertad o Seguridad. Tándem necesario

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Imagen| Demócrito, Fernando Ivorra

Frente al supuesto determinismo biológico al que se deben los animales, el ser humano se concibe como un animal diferente, auténtico, por su capacidad para escapar a la imposición natural y construir su vida de acuerdo con sus propias ideas, principios, intereses o valores. La libertad es el don supremo, un milagro de la naturaleza humana que hace de nosotros seres superiores al convertirnos en dueños de nuestro destino. Renunciar a la libertad, decía Rousseau, es renunciar a ser un humano y, en el mismo sentido, se pronunciaron los existencialistas del siglo XX, al considerar la libertad como irrenunciable, dado que es la condición para la construcción de una esencia no adquirida con el existir. Más la libertad de autoconstrucción vital, que podría interpretarse como libre albedrío, no puede entenderse como la posibilidad de hacer lo que cada cual desee sin cortapisas de ningún tipo, y no solo porque existe una limitación natural que nos impide la puesta en práctica de algunos deseos, como podría ser el de volar por nuestros medios y sin la ayuda de artefactos, sino porque el ejercicio de la libertad individual sin límites conduciría a un conflicto de intereses que derivaría en la guerra de todos contra todos (en palabras de Hobbes) y en una crisis de seguridad que supondría la anulación de la acción libre. Hobbes apelaba a la necesidad de un Estado fuerte capaz de limitar las acciones extremas de libertad para conseguir la seguridad de los individuos en el contexto social. En este caso, se trataría de ceder la libertad individual, o parte de esta, para conseguir el bienestar y la seguridad que nos proporcionaría el Estado.

Pero, ¿es la función del Estado garantizar la seguridad de la ciudadanía o más bien debería garantizar su libertad? En mi opinión, libertad y seguridad han de conjugarse como una unidad, tal como lo hace la Declaración de Derechos humanos en su artículo tercero: “Todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona”, pues no hay posibilidad de ser libre si no es en un contexto que garantice ese ejercicio. Un contexto social de inseguridad no permitiría ni la libertad de elección de circunstancias, ni la libertad de acción, ni la libertad moral para orientar la vida de acuerdo con los valores adecuados a una vida digna. En una situación de guerra, por ejemplo, el ejercicio de la libertad está absolutamente limitado por las condiciones materiales de vida, así como por las restricciones sobre el movimiento o sobre la expresión de opiniones, impuestas por los bandos en conflicto. Quizás una situación así sea límite, pero pensemos, por ejemplo, en situaciones de pobreza extrema. Una persona que viva en semejante situación no solo carece de los bienes básicos para mantener su vida, sino que se encuentra en una situación vital y social de inseguridad permanente que no le permite ni una vida digna ni una vida libre. ¿O acaso podemos decir que es libre quien no puede satisfacer las necesidades materiales propias o de su familia? ¿Cómo puede alguien elegir qué circunstancias son mejores para su vida si está determinado por el hambre o la falta de recursos?

Los refugiados de guerra constituyen el grupo humano con menor posibilidad de ejercicio de la libertad, según H. Arendt. La filósofa alemana se refería, sobre todo, a los judíos expulsados de Alemania (o hacinados en campos de concentración) a quienes no se les reconocía nacionalidad alguna, y cuyos derechos quedaban anulados porque ningún Estado se ocupaba de garantizarlos. El “derecho a tener derechos”, expresión utilizada por Arendt, queda restringido y entre los derechos no permitidos se encuentra el de la libertad de acción. Pero, ¿qué tipo de libertad puede ejercerse si no hay una garantía para su ejercicio? Y, sobre todo, ¿quién o quiénes garantizarían el derecho a la libertad que, como humanos, se nos supone, pero para cuyo ejercicio necesitamos garantías?

La libertad es uno de los derechos básicos del individuo, pero tener derechos no es suficiente, es necesario poder disfrutarlos, poder actuar conforme a los mismos y para ello ha de existir un organismo supraindividual capaz de defenderlos y de favorecer un contexto vital de seguridad en el que ejercerlos. Yo podría decir que tengo derecho a ser libre, por ejemplo, pero este autorreconocimiento no garantiza la posibilidad de acción porque para ello necesitaría que los demás (con quienes convivo) reconozcan ese derecho, que mis condiciones vitales me permitan su ejercicio y que este sea defendido como inalienable.

¿Cómo conseguir una situación de seguridad en la que sea posible el ejercicio de la libertad? Podríamos apelar al poder de un Estado fuerte, como proponía Hobbes, capaz de garantizar la seguridad de la ciudadanía a cambio de un poco de libertad, pero el equilibrio libertad-seguridad quedaría roto. La función del Estado, para garantizar el equilibrio, es imprescindible. Es función de este ofrecer primero y mantener después, las condiciones de seguridad apropiadas para el ejercicio de la libertad. Así, no sería función del Estado el control férreo de la ciudadanía, sino crear las condiciones en las que las personas pudieran realizar diferentes acciones, y asegurarse de la protección para que estas pudieran realizarse adecuadamente. Evitar las situaciones de pobreza, de marginación o de desigualdad, por ejemplo, y trabajar en la erradicación de estas garantizaría contextos adecuados para el ejercicio de la libertad.

En el caso de los refugiados políticos, a los que se refería Arendt, o el de los 4,2 millones de apátridas que, según datos de ACNUR1, hay actualmente el en mundo, estos carecerían del derecho a tener derechos, carecerían, en definitiva, del derecho a ser libres salvo que un organismo supranacional fuera capaz de velar por su seguridad y sus derechos.

Claro que no sólo los Estados han de trabajar en la construcción de condiciones vitales de seguridad (entendiendo estas como disposición para el desarrollo de capacidades en el sentido que le da M. Nussbaum)2también cada individuo, en su calidad de libre y responsable, ha contribuir a su consecución. No cabe duda de que los derechos han de estar en consonancia con los deberes. Estos deberes equivaldrían a los del mantenimiento de las condiciones de libertad y seguridad propias, pero también de los aquellos con quienes convivimos (extiendo la convivencia al ámbito de todos los habitantes del planeta dadas las condiciones de interrelación y globalización en las que vivimos actualmente) y, por supuesto, a la exigencia, hacia los Estados y/o organismos políticos supranacionales, de velar por los derechos y las condiciones para su ejercicio.

En definitiva, la libertad, entendida como derecho a hacer, no puede ser ejercida si no es en un contexto de seguridad, que no podemos garantizarnos de forma individual. Por ello, y aunque hemos de contribuir a la construcción de espacios seguros en los que ejercer la libertad y permitir el ejercicio de la libertad a los otros, es necesario que organismos nacionales y supranacionales se empeñen en la defensa y mantenimiento de la seguridad de las personas, que garanticen contextos en los que la vida merezca la pena, en los que se pueda mantener la salud o la integridad física, en los que sea posible mantener vínculos afectivos seguros o se permita a los individuos decidir en el ámbito de lo político, por ejemplo. Porque sólo en un mundo seguro es posible elegir quién quieres ser o cómo quieres construirte, en definitiva, ser libre.

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1 https://www.acnur.org/datos-basicos.html (Web consultada el 02/01/2021)

Capacidades centrales según Martha Nussbaum:
1. Vida. Ser capaces de vivir una vida humana de duración normal hasta su fin, sin morir prematuramente o antes de que la vida se reduzca a algo que no merezca la pena vivir.
2. Salud corporal. Ser capaces de gozar de buena salud, incluyendo la salud reproductiva, estar adecuadamente alimentado y tener una vivienda adecuada.
3. Integridad física. Ser capaces de moverse libremente de un lugar a otro y seguridad.
4. Sentidos, imaginación y pensamiento. Ser capaces de utilizar los sentidos, de imaginar, pensar y razonar, y de poder hacer estas cosas de una forma realmente humana, es decir, informada y cultivada gracias a una educación adecuada.
5. Emociones. Ser capaces de tener vínculos afectivos con cosas y personas ajenas a nosotros mismos.
6. Razón práctica. Ser capaces de formar un concepto del bien e iniciar una reflexión crítica respecto de la planificación de la vida.
7. Afiliación. Ser capaces de vivir con otras personas y volcadas hacia otras y ser capaces de ser tratadas como  al de los demás.
8. Otras especies. Ser capaces de vivir interesadas y en relación con los animales, las plantas y el mundo de la naturaleza.
9. Juego. Ser capaces de reír, jugar y disfrutar de actividades de ocio.
10. Control sobre el propio entorno (político y material). Ser capaces de participar eficazmente en las decisiones políticas, ser capaces de poseer propiedades.
Fuente: Larrañaga, M. y Jubero, Y. (2011). El Desarrollo Humano Local: aportes desde la Equidad de Género. Cuadernos de Hegoa, número 56.

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Rosa Reina Pérez

Rosa Reina Pérez

Es una apasionada de los problemas de la Polis en el mundo contemporáneo y, en especial, de la génesis y la evolución de los movimientos sociales, donde se dan la mano la Ética y la Política. Licenciada en Filosofía y Ciencias de la Educación en la especialidad de Filosofía por la Universidad de Valladolid, inició su andadura como profesora de Secundaria en tierras andaluzas, las de sus orígenes paternos, y continuó (y continua) en tierras castellanas, las de sus orígenes maternos. El entusiasmo y el gusto por el trabajo bien hecho hizo que se implicara activamente en la organización de dos Olimpiadas de Filosofía regionales, como Presidenta de la Asociación Olimpiada filosófica de Castilla y León, y una Olimpiada nacional, que se celebró en Murcia, como Presidenta de la Comisión permanente de la Olimpiada Filosófica de España, integrada en la Red Española de Filosofía (REF).

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